Nos hemos acostumbrado tanto a usar la expresión «Dios es fuego consumidor» como un complemento a «Dios es amor» que debe haber personas que genuinamente crean que esa frase es un versículo de la Biblia. Pero, ¿realmente esa imagen de Dios como fuego debería ser usada como un «pero» cuando hablamos de su amor?
En esta reflexión comparto un poco sobre el contexto de lo que podría tener en mente quien escribió el libro de Hebreos, de dónde procede originalmente esa frase en el Antiguo Testamento y cómo podríamos comprenderla mejor, independientemente de ese remix hermenéutico tan usado para ponerle términos y condiciones al amor divino.