Todo tu contenido favorito en redes sociales no es más que basura en medio de dos anuncios. El implacable dios del algoritmo está detrás moviendo los hilos, siempre atento a lo que más te gusta, lo que te hace reaccionar, lo que captura tu atención, para mostrarte siempre lo que más garantice que veas el próximo anuncio que te quiere mostrar.

¿Hasta dónde tenemos realmente libre albedrío al movernos por la internet? ¿Qué tanto nos cuesta en términos de libertad esta posibilidad de acceder a contenido infinito justo en la palma de la mano? ¿Eres el pez, o eres el anzuelo?

No te pierdas mi reacción de la canción «Oh, algoritmo», del cantautor uruguayo Jorge Drexler. Y ayúdame a alimentar al dios del algoritmo 🙂

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