La invitación del Evangelio no es un «sálvese quien pueda». Es la construcción comunitaria de un mundo más justo para todos y todas.

Tenemos instalada en tantos niveles una teología de la justicia de Dios que pasa por lo individual, por un perdón de pecados para purificación del alma con miras a obtener la salvación en el más allá. Y eso vicia nuestra mirada al mensaje bíblico con respecto a los aspectos comunitarios y sociales de la justicia.

Este sesgo es tan impresionante que hace unos años, cuando comencé a visitar de nuevo esos textos tan familiares que se utilizan para evangelizar y pregonar el arrepentimiento, no podía creer que su sentido real estuvo siempre a simple vista. Eso sucede cuando nos acostumbramos a mirar con el filtro de nuestras tradiciones denominacionales y de la «sana doctrina».

Isaías 1:18 es un ejemplo de esto. Seguro ustedes también han escuchado este versículo en campañas evangelísticas o lo han leído en folletos para invitar a recibir a Cristo: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana». La conclusión es muy sencilla: acepta la invitación de Dios y él perdonará tus pecados.

Pero basta con retroceder un versículo para encontrar el paso previo a ese «estemos a cuenta». El v. 17 indica: «aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda». Claro, este versículo no es mencionado en lo absoluto al momento de hacer pasar al altar a quienes quieren hacer la oración de fe.

O sea que uno podría extraer del mensaje de Isaías, que es necesario procurar unas condiciones justas para la comunidad (siempre aparecen estas poblaciones vulnerables, el agraviado, el huérfano, la viuda) con el fin de disfrutar de esa invitación abierta de Dios.

Las enseñanzas de Jesús y sus seguidores se remiten a este mismo espíritu de los profetas del antiguo pacto. El reino de Dios que ha venido a nosotros no es de interés particular, no es un «sálvese quien pueda». Es la invitación a construir hombro a hombro este proyecto de Dios de un mundo más justo para todos y todas.

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