Buscar primero el Reino de Dios y su justicia es procurar que nadie tenga por qué preocuparse de qué comer o vestir.

«Buscad primeramente el reino de Dios» era la consigna que me decían para que fuera al culto de oración, o para que ayunara, o para que no viera tanta televisión, o no consiguiera novia inconversa.

Tuvieron que pasar muchos años y muchos fracasos en mi vida para que entrara a preguntarme qué es realmente esa idea de la justicia en el mensaje del Evangelio. Y, básicamente, resulta que es la misma que en los mensajes proféticos del Antiguo Testamento. No una justicia basada en retribución, en que cada quien reciba su merecido, sino una justicia que busca la restauración. Sí, una justicia colectiva, buscando el bienestar de otros, no un sálvese quien pueda y me voy para el cielo calles de oro y mar de cristal gloria a Dios cuántos dicen amén.

En ese sentido, me parece muy diciente que los autores de Mateo y Lucas ubiquen este dicho de Jesús sobre darle prioridad al reino de Dios en el marco de un discurso sobre la preocupación por qué comer y qué vestir. Es en Mateo donde se especifica el ingrediente «y su justicia».

No es que si oramos mucho se nos acaben las preocupaciones, o si vamos cada domingo a la iglesia sin falta, diezmo en mano, no vamos a sufrir necesidades. Es que el reino de Dios nos convoca a vivir una justicia que resulte en equidad para toda la gente, en contravía a los sistemas del mundo que se basan en la opresión y en el despojo.

Es que si nos ocupamos en traer la justicia del reino de Dios a nuestra realidades, nadie tendría por qué preguntarse qué va a comer o qué va a vestir. ¿Será este mundo posible? La respuesta del Evangelio es: claro que lo es.

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