Más importante que elegir un bando es aprender a diferenciar entre lo que vale la pena y lo que no.

¿Cómo leer los tiempos en los que estamos viviendo? Cuestionamiento, deconstrucción, decepción y reencuentro con la espiritualidad son el pan de cada día en nuestra burbuja de información… Y, en medio de todo eso, hay un camino fácil y rápido que conduce a la hostilidad y al desencuentro. Es cierto que tenemos heridas por sanar y que ciertos discursos alrededor de la fe nos resultan desagradables al asociarlos con ese pasado doloroso.

Un reto importante en mi caminar frente a todo este escenario ha sido procurar aprender a pensar críticamente, a evaluar la información (ya sea nueva o antigua) no desde las heridas o desde mis nuevas preferencias. Claro, finalmente uno termina alineándose con un «bando» (permítanme esta simplificación para efectos del punto al que quiero llegar) y es fácil caer en la trampa de apreciar los argumentos, las ideas, las propuestas en función de ese bando que escogí.

Pero, si uno es honesto intelectualmente, tiene que reconocer que de un lado y de otro hay argumentos respetables, así como argumentos muy flojos. Si uno va a ubicarse en un bando (lo cual puede llegar a ser práctico en términos de definir convicciones), independientemente de cuál sea su punto de vista, debería estar en capacidad de identificar cuáles ideas valen la pena y cuáles son puro humo.

En ese sentido, se me viene a la mente esa expresión en Jeremías 15: «si separas lo precioso de lo vil, serás como mi boca…». Era un momento de crisis para el profeta, de cuestionar su llamado, el resultado de años de ministerio, su relación con Dios… ¿les suena? Y ese consejo le da a la vez una tarea: «no te distraigas en lo que no es importante». Esta es una tarea importante también hoy, en medio de nuestras crisis de fe, de los cuestionamientos a las figuras de autoridad, de desbaratar la fe hasta sus cimientos para revisar la receta y volver a construir desde ahí.

¿Qué es lo que realmente vale la pena? ¿Amontonar argumentos porque sí? ¿Cambiar de simpatías con respecto a las ideas? Yo espero que no, por más que me gusta pensar en cosas nuevas, aprender nuevos caminos y reírme de mi pasado funda. Yo espero que detrás de todo esto haya un propósito: «serás como mi boca».

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