Deconstrucción de la fe. Una expresión que escuchamos cada vez más y más para describir esos procesos que personas tienen al enfrentar su fe con realidades diferentes a las que están acostumbradas. En este primer episodio de la segunda temporada de Notas Sueltas, les cuento un poco de cómo fue mi proceso personal de demolición (porque eso fue, una implosión no controlada) de la fe y de encontrar esperanza en medio de los escombros.


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Notas del episodio


Transcripción

Hoy es 26 de junio del año 2021. Este podcast se llama Notas Sueltas. Y dice así.

[SUENA INTRO]

Bueno, empezó la segunda temporada de Notas Sueltas. Yo sé pues que he estado dando bomba con esto pues como desde que terminé la primera, pero es que es muy emocionante hasta donde me ha traído todo este proceso. Ustedes ya saben que nunca pensé llegar tan lejos…

Este es el episodio 33, y es el primer episodio de esta nueva temporada, y lo he dividido en tres partes. Primero una zona de agradecimientos, luego les voy a contar cómo tengo pensada esta temporada y luego les comparto una reflexión cortica, como para no perder la venida pues. Tranquilos que no me voy a demorar mucho.

Entonces arranco diciéndoles: “Gracias”. Muchas, muchas gracias, de verdad. Lo que ha pasado con Notas Sueltas ha sido increíble, no solamente las personas tan valiosas que he podido conocer en el proceso de producir este podcast, sino la gente que se ha acercado a dejar su apoyo, a decir que esto les sirve para pensar, para cuestionarse, para no sentirse solas… cuando empecé este podcast la idea era invitar a personas a conversar, ¡y llegaron! 

Es bellísimo eso, de verdad. Entonces muchas gracias por hacer parte de esta comunidad, por escuchar, por compartir, por acercarse a preguntar, a contradecirme también. Todo eso enriquece, no se imaginan cuánto. Sigan apoyando este proyecto. Sigan compartiéndolo en sus redes, contándoles a otros que existe Cancionero Cristiano, que existe Notas Sueltas. No solamente el podcast, también la música, los himnos, los lives… Ese apoyo es invaluable.

Otra forma de apoyar que habilité hace un par de meses es el Patreon, el programa de membresías. Siguen llegando poco a poco más personas, uniéndose a aportar desde $1 USD mensual, a apoyar con recursos para que este proyecto tenga más calidad, para que podamos hacer más contenidos, llegar a más gente. Si les interesa, en las notas del episodio les dejo el link para que curioseen de qué se trata y se unan al Cancionero Cristiano VIP, que es como se llama el canal de Whatsapp de Patreons, allá conversamos, nos hacemos bullying con amor, nos enviamos memes, y les voy contando y consultando lo que va pasando en este proyecto.

A los que ya son Patreons, que han confiado lo suficiente en este proyecto como para meterle plata, gracias infinitas. No los voy a enunciar aquí con nombre propio porque algunos me pidieron que no lo hiciera, pero de corazón muchas gracias, no se imaginan lo que significa solamente el hecho de que estén dispuestos a unirse a esto que hacemos aquí. Y ya me estoy poniendo muy sentimental y empalagoso con esto, entonces pasemos al siguiente punto.

Esta segunda temporada de Notas Sueltas la empecé a producir prácticamente desde que terminé la primera, como en abril de este año. Por ahí en el medio publiqué un episodio especial alrededor de toda la crisis social y política que estamos viviendo en Colombia con el Paro Nacional que ya completa dos meses, si no lo han escuchado, les recomiendo que lo hagan, tiene voces muy valiosas. Entonces esta segunda temporada va a estar enfocada mayormente en conversaciones. Y la gente que he invitado, no se imaginan, ¡bendito sea el Señor! Van a conocer gente muy interesante, con experiencias de fe de las que se puede aprender muchísimo. Bueno, y también por ahí van a escuchar algunas voces que ya estuvieron aquí en la temporada anterior, repiten invitación ya para hacer zoom sobre algún tema específico que nos quedó en el tintero.

Estas conversaciones van a ser el episodio semanal, mi plan es cada fin de semana publicar charlas con gente. Notas Sueltas será un espacio de conversación teológica, pastoral, vivencial. Y por ahí también iré introduciendo mis pensamientos y otros temas varios, entonces cada mes voy a publicar también un episodio en solitario, por ahí a la mitad de la semana o algo así, en el mismo tono de los episodios en los que ya me han escuchado reflexionando en la primera temporada. Esos episodios en solitario normalmente son más cortos, 30 minutos, un poco más o un poco menos. Entonces tengo ya en preproducción unos 30 o 35 episodios para lo que queda de este año. ¡Viene es pero candela, parcero!

Bueno, y creo que con eso quedan evacuados todos los anuncios parroquiales y preliminares de la temporada, así que podemos pasar a la reflexión del episodio de hoy… ¡entonces ahora sí se puso bueno este podcast!

Quiero hablar de preguntas y de crecimiento. De un tema recurrente por aquí que es la duda y de lo saludable que es dudar. Para eso tengo que devolverme a un punto crítico en mi vida que fue el 2015. Ese año creo que mi vida se partió en dos, aunque bueno, mi vida se ha partido en dos muchas veces, entonces yo creo que para ese entonces ya estaba partida como en 128. Pero sí fue un punto de quiebre, ese año después de un montón de cosas personales y familiares y eclesiales, rompí por completo con lo que era hasta entonces, me fui del trabajo, me fui de la iglesia, rompí relaciones, me le perdí a todo el mundo, cerré Facebook, me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones…

Bueno, no, tampoco hasta allá. Pero sí fue un ctrl, alt, suprimir. ¿Vieron que ahorita anda tan de moda este asunto de la deconstrucción de la fe…? Bueno, yo viví una demolición de la fe. Una implosión controlada, prácticamente. Una invasión bárbara, con saqueo a sangre y fuego y con echada de escombros al mar. De paso, escucho gente que dice: “Ay, sí, ahorita todos están con eso de la deconstrucción porque está de moda”. Pues, a ver, yo no creo que las personas anden por ahí planeando que sus iglesias abusen de ellos y les den la espalda para cumplir con una moda. De moda está hacerse tatuajes y vestirse como leñadores del imperio austríaco húngaro. Pero esos procesos de crisis de fe, la verdad, no son tan divertidos como para uno meterse ahí voluntariamente. En fin.

Si ustedes me vieran a mí mismo en enero del 2014, no me reconocerían. Es más, yo no me reconocería. Si yo pudiera meterme al túnel ese de Dark, para viajar en el tiempo, y me encontrara con mi yo de hace 7 años, me moriría de la vergüenza de escuchar las cosas que creía y lo que quería hacerle creer a otra gente. Y bueno, si mi yo de hace 7 años me escuchara a mí ahora, me pondría en disciplina y me tendría por gentil y publicano. Qué cosa tan rara que es la vida, ¿no?

Pero entonces mi punto central es que el cambio es algo normal de la vida. Todo lo que está vivo cambia, crece, se adapta. Eso está escrito en el código fuente de la vida. De paso, esa es una reflexión que hacía hace algún tiempo con respecto a la revelación divina, a las cosas que sabemos de Dios y a cómo entendemos, por ejemplo, las Escrituras. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”, versículo de escuelita dominical, ¿no? De ahí podría uno pegarse para decir que lo que la Biblia quiso decir para la sociedad de hace 2 o 3 milenios, es lo mismo que quiere decirnos hoy. Porque la palabra de Dios no cambia, es inmutable, como Dios mismo. Pero pues, si la palabra de Dios es viva, ¿por qué no va a cambiar? Piensen en eso, no es que necesitemos otra Biblia, sino que las vivencias de hombres y mujeres que buscaban a Dios en sus realidades hace 2 o 3 milenios atrás, alimentan nuestras propias vivencias, en nuestros propios contextos, en nuestra propia búsqueda de Dios.

Bueno, vuelvo a enfocarme. Es que, ya ustedes me conocen y saben que tengo ese problema, que voy como abriendo pestañas y pestañas, y luego me toca devolverme. Pero, gracias por su paciencia.

Entonces, el cambio, volvamos a lo del cambio. Lo único que es inmutable, decía Schopenhauer, creo. Y el gran Heráclito, que hablaba de los ríos, nadie se baña dos veces en el mismo río. Pero bueno, eso son filosofías de hombres, huecas sutilezas. Jejeje, eso me decían en la iglesia cuando uno mencionaba la palabra “filosofía”. Yo creo que a ustedes les tocó conocer “El progreso del Peregrino”, ese libro que es como una gran alegoría de la vida cristiana, desde la mirada del puritanismo del siglo XVII. Ahí aparecía este personaje Sabio Mundano, que trataba de desviar al buen Peregrino del camino recto con sus argumentos de hombres y el Peregrino le respondía a punta de versículos. Esa idea se le quedó fijada en la cabeza a muchos cristianos, que luego con todo esto del movimiento fundamentalista bíblico se quedó mirando con resquemor todo lo que sea ciencia, tecnología, filosofía, pensamiento… Bueno, otra pestaña para cerrar ahí.

¿Qué haces cuando todo en lo que crees se desmorona? El detonante de eso no necesariamente es doctrinal o teológico. En mi caso, fue una suma de factores, pero mayormente el sentirme solo, traicionado, abandonado por una comunidad a la que le había entregado mis mejores años. Claro, eso pensaba yo en el momento, también ahora debo reconocer, con la sabiduría que da la distancia, que estaba cosechando muchas cosas que sembré, y embarradas terribles que hice. No es que uno salga pues tan inocente, pero igual eso no deja de hacer que duela mucho tener construida una vida, y una normalidad, y una ilusión de control que se te esfuma de las manos de un día para otro.

Perder la seguridad de tu religión y perder la fe es algo doloroso. Te quedas sin rumbo, no sabes para dónde arrancar. Lo que le hacen creer a uno es que si te alejas de la fe, vas a terminar metido en las drogas, en el licor, en el desenfreno sexual, ¡en el mundo! Pero, la verdad, uno bien deprimido, bien solo, con un montón de preguntas, ¡qué ganas le van a dar de irse para el mundo! Yo perdí la fe en la iglesia, luego perdí la fe en la doctrina y por último perdí la fe en Dios. Y eso no me volvió una persona con una ética dudosa, ni me metí en malos negocios, ni me dediqué al fornicio y al lenocinio. Es más, creo que después de eso hasta me volví mejor persona, dejé de meterme en la vida de la gente, aprendí a interesarme más genuinamente en los dolores de las personas cercanas. Pero eso es otra historia. Otra pestaña.

¿Qué haces cuando no te quedan sino las dudas? Yo me acuerdo que a Aleja le tocó ese proceso casi que desde el día 1. Y hubo un punto en el que yo le dije: “Yo creo que me volví ateo. Yo como que ya no creo en Dios”, porque claro, si a mí me habían dicho que Dios era esto y lo otro, y que Dios se suponía que iba a hacer esto y aquello, y eso para mí ya no tenía sentido, pues entonces en cuál Dios iba a creer. Si Dios es lo que te dijeron toda la vida, y eso no te funcionó, lo lógico es que ese Dios sea mentira.

Y claro, aquí llegamos a una cosa bien interesante, y es que Dios existe básicamente como nosotros queremos que exista. Mi amigo Sergio, el Dinosaurio de Noé, ha hablado mucho de eso recientemente. Sobre cómo resultamos fabricando un Dios a nuestro antojo, a nuestra imagen y semejanza. Y, aunque definimos a Dios como eterno, incontenible, infinito, todopoderoso, esos atributos así todos superlativos, al final terminamos metiéndolo en la cajita de nuestra doctrina y lo cargamos para todo lado.

Pero el problema es que Dios no está confinado a la Biblia. Dios no está reducido a lo que yo creo de Él, ni es monopolio del cristianismo, ni mucho menos de tu denominación. Y yo sé que esta idea de un Dios para todos y para todas pues le choca mucho a los cristianos, pero qué hacemos pues si así dijo Jesús que era Dios. ¿Se acuerdan de la historia del hijo pródigo? Claro que se acuerdan. Mi personaje favorito de esa historia es el otro hijo, el hermano mayor que viene a reclamarle al padre: “Pero cómo es posible que a mí que he estado aquí juicioso, trabajando en tu haciendo, esperando pacientemente que mueras para poder disfrutar mi herencia”… jejeje, claro, porque a él no le interesaba el padre, le interesaba era cumplir con su papel de hijo bueno. “Cómo es posible que me pidas que me alegre porque mi hermano al fin resultó que no estaba muerto, y en cambio a mí nunca me has celebrado nada”.

Es que ser cristiano de la iglesia de los hijos mayores del nuevo pacto es duro. Eso de no bailar, no ver películas, no escuchar música mundana, no ir a los paseos del colegio, ir sagradamente a las actividades de la iglesia, aguantarse tres horas de culto cada domingo, tener que explorar el mundo a escondidas, aguantarse las disciplinas cuando lo pillan a uno… eso no es fácil. Para que después venga un sinvergüenza que dice que Dios lo ama porque sí, tal como es, sin ataduras denominacionales, sin imposiciones de las instituciones, sin tener que darle su plata y su tiempo a un pastor, sin ira de Dios ni fuego consumidor… ¡no jodás! ¡Eso no puede estar en la Biblia! ¡Mi Dios no puede tolerar eso! ¡Porque mi Dios ama al pecador pero odia al pecado! ¡Y te va a mandar al infierno a vos, no a tus pecados, sino al pecador!

El día que yo me desprendí de esa cosmovisión que tenía armada, ese día decidí que me había quedado sin Dios. Y bueno, luego me di cuenta de todo esto que les estoy diciendo, que Dios era mucho más grande que las conclusiones que me habían enseñado como ciertas, mucho más grande que la teología sistemática que vendían en la librería cristiana autorizada por mis ancianos. 

Y bueno, después tuve que aprender nuevamente a leer la Biblia, a relacionarme con otros, a vivir la fe con más personas… Este es el momento que apenas estoy empezando a definir mi postura sobre un montón de temas, y la vida sigue. Después les cuento más acerca de qué pasó, yo sé que a ustedes no les gusta mucho el chisme, entonces no tengo problema en cortar la historia aquí. Pero sí quiero dejarles esta reflexión, una muy cortica para que terminemos este episodio y se queden antojados de esta nueva temporada, porque también sobre muchas de estas cosas les he venido preguntando a las personas que me van a acompañar a conversar en los próximos episodios.

Aquí va la reflexión. Si Dios es parte de tu vida, si la vida de Dios está en vos, esa vida no se va a quedar quieta. Uno de los dichos del evangelio que más me ha acompañado durante estos años de demolición es esta: “El viento sopla de donde quiere”. Creemos en el Espíritu Santo, en Dios como Espíritu, con trinidad, sin trinidad, como sea, pero asociamos a Dios con el Espíritu. Esa palabra griega “pneuma”, que significa espíritu y que también significa soplo, aliento, respiración, aire que se mueve. Cuando Dios nos hizo, puso en nosotros su soplo, por eso estamos hechos para crecer, para movernos, para cambiar. Para movernos hacia él, por supuesto, para movernos hacia los demás que también tienen ese mismo soplo.

Si tenés preguntas, si tenés dudas, si te estás volviendo incómodo para la gente por esas preguntas, por esas dudas, tranquilo, tranquila. No eres el único, no eres la única, no tienes un demonio, un espíritu de duda que te va hacer hundir bajo las aguas como le pasó a Pedro que miró el viento y dudó, ¡por eso nosotros no podemos dudar! Eso es pura caspa, la historia de Pedro no tiene nada que ver con preguntarte si lo que te predican el domingo sí es así o no. El que te diga eso está tratando de manipularte. Una espiritualidad, una fe que no resiste cuestionamientos, no vale la pena. Y una comunidad donde no hay espacio para las preguntas, donde todo lo que preguntes ya tiene respuesta en un manual autorizado con sus versículos de apoyo y eso es lo que tenés que aceptar, ahí no es, te lo digo de corazón. 

Porque hay cosas que te van a pasar que no van a tener respuesta. Porque hay cosas de Dios que son inexplicables, porque Dios a veces va a querer soplar de donde quiere, y no vamos a poder darle respuesta. Pero los que están acostumbrados a darle una respuesta prediseñada a todo, van a tratar de acomodarte ahí, en su manual, en su teología, en su conjunto de versículos que lo explican todo. 

Y si todo eso que te estoy diciendo ya te pasó, te quiero decir que hay vida más allá de esa decepción. Y no voy a decirte que vuelvas a creer, que Dios te está esperando, que vuelvas al redil… Esto no es un sermón de restauración, ni de evangelismo. Simplemente te puedo decir, por mi experiencia, que seguramente es irrelevante, pero tal vez te sirva, que se puede vivir después de eso. Es más, se puede vivir mejor, se puede descubrir el propósito al que Dios nos ha llamado, en el amor, en la libertad, en la búsqueda de la santidad, no en las fórmulas religiosas… “Ay sí, amor pero… libertad pero… santidad pero…”. No, no, no… sin peros. Se puede volver a caminar con Jesús, es más, se puede caminar con Jesús, porque yo estoy casi seguro que antes caminaba muy lejos de él. Se puede volver a hacer comunidad, a afectar positivamente la vida de otros, a encontrar a Dios en los demás. A su tiempo, con el proceso tuyo, propio, personal e intransferible.

Después hablamos más sobre este tema, y si quieren me pueden escribir sus opiniones, si me quieren compartir su proceso, les doy la bienvenida. Por ahora quería contarles eso. Que en la zona de demolición de la fe, debajo de todos esos escombros, al final se puede encontrar esperanza.

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