Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz…

Seguramente ustedes también han visto este versículo (Isaías 5:20) tantas veces como yo, normalmente referenciado en argumentaciones contra los derechos de la comunidad LGTB+, o del aborto, o de las vindicaciones feministas, o de otras ideas que muchos cristianos asocian con progresismo y con una vida moralmente reprobable. El modo de uso es repetirlo casi que como un mantra, mientras se suelta una retahíla de razones por las cuales el otro está claramente equivocado y tergiversando las Escrituras para su propia perdición.

Pero, ¿qué tal si le damos un vistazo a lo que realmente es lo «malo» en ese capítulo 5 de Isaías? El autor describe una sociedad en la que abundaba el derramamiento de sangre de parte de quienes debían ejercer justicia (v.7); gente inescrupulosa que se aprovechaba de otros para quitarles sus casas y terrenos (v.8); otros que vivían en medio de la abundancia y la indiferencia frente a la miseria a su alrededor, de fiesta mientras otros pasaban hambre (v.12); otros que recibían sobornos para no hacerle justicia al inocente (v.23).

Yo no soy teólogo, ni erudito bíblico, pero ahí no veo nada de esas «terribles» inmoralidades que denuncian tantos moralistas hoy en día. En cambio, sí noto que en Isaías (y en los demás profetas) es recurrente esa denuncia contra la injusticia social, de la corrupción de las autoridades y de la indiferencia frente a los oprimidos. Exacto, esos problemas con los que aún tenemos que lidiar y ante los que muchos cristianos no plantean otra cosa que la resignación.

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