El baño de sangre que estamos viviendo en Colombia me ha puesto a pensar en que es urgente reimaginar nuestro papel como iglesia.

Necesitamos una iglesia que encabece el diálogo y la reconciliación en un país herido, que invite al perdón y a la compasión desde su ejemplo, sin distinción de bandos.

Una iglesia que ore con fervor y con honestidad, mientras se moviliza para sanar y clamar por la justicia para los que no tienen voz.

Una iglesia que no sea complaciente con los poderes de este mundo, que no se meta en los trucos sucios de la política, que no adquiera compromisos y así pueda ser la voz de la conciencia de la sociedad.

Una iglesia que sea capaz de ver el rostro de Dios en el otro, sobre todo en sus contradictores, en aquellos que no simpatizan con sus creencia, en el zelota y en el cobrador de impuestos.

Una iglesia que no le siga el juego a los discursos de odio y de estigmatización, cuyos líderes faciliten el pensamiento crítico, la conciencia social, la relevancia del Evangelio para las realidades de hoy.

Una iglesia que no se esconda detrás de discusiones teológicas y preocupaciones doctrinales para escapar de la realidad, por dolorosa que esta parezca.

Una iglesia que sea como su Señor.

La fotografía se llama «Confortar» y es autoría de Isabella Meza Viana, de nuestro Semillero Creativo.

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