A la religión le interesa que funciones dentro de sus estructuras. A Jesús le interesa que tomes tu lecho y andes.

Hace unos días volví a la escena del paralítico sanado en Marcos 2. Me impactó de una manera especial mirar a los escribas, representantes de la sana doctrina de los judíos, con un gesto de desaprobación lo que Jesús estaba haciendo: «Eso no es lo que dice la Escritura. Este hombre blasfema. Solo Dios puede perdonar pecados».

Y pensé en la actitud del sistema religioso frente a las necesidades de las personas. Y sí, ya sé qué significa «religare» y sé que la experiencia religiosa es importante dentro de la espiritualidad. Pero, seamos honestos, cada vez es más frecuente encontrarse con personas que están abandonando las iglesias al sentirse incomprendidas, golpeadas, abusadas, excluidas, y lo peor, al ser expulsadas por un sistema al que no le interesa lo que necesitan, lo que estén viviendo, los procesos que estén atravesando, sino que les interesa que funcionen correctamente dentro de la «sana doctrina».

Y bueno, cada sistema religioso define esa «sana doctrina» de una manera diferente. Para los escribas de Marcos 2, seguramente era un apego a las Escrituras, a la ley mosaica y a las tradiciones judías. Para los cristianos del siglo XXI puede ser unirse a los ministerios de la iglesia, asistir sin falta a sus actividades, ser capaces de explicar la Biblia de cierta manera, rechazar ciertos comportamientos o ideas mundanas, diferenciarse del mundo por la manera de vestirse…

Pero solo a Jesús le interesó el hombre paralítico. Solo a Jesús le interesó su necesidad, su dolor, su carencia. Solo Jesús pudo ver, además, por encima de su impedimento físico y apuntarle a su necesidad de sanidad interior. Y solo Jesús tenía el poder para resolver ambos problemas, perdonarlo y enviarlo de vuelta a su casa, a ocupar nuevamente su lugar en el mundo.

Sin compromisos religiosos, sin invitarlo el próximo sábado a la sinagoga para orar, sin proponerle un programa de discipulado, sin decirle «repite esta oración conmigo», sin nada de eso que a la religión le parece tan importante… Solo movido por el amor.

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