Jesús advertía del infierno a los religiosos y celebrar el amor de Dios con los pecadores… ¿por qué nosotros lo hacemos al revés?
Escucho decir muy a menudo: «Jesús habló más del infierno que cualquiera». Y, aunque es cierto, también es importante ver en qué contextos lo hizo. En la mayoría de los casos, las advertencias sobre las tinieblas, el fuego y otras figuras que comunican la idea de castigo, iban dirigidas a personas religiosas, satisfechas de sí mismas, confiadas en su propia justicia.
Estas mismas personas que se consideraban «justas» criticaban duramente la cercanía de Jesús con pecadores, cobradores de impuestos y mujeres de dudosa reputación. Le llamaron glotón y borracho, samaritano y endemoniado.
¿Cómo no se iban a querer acercar a Él estas gentes sin esperanza? Con razón estos pecadores despreciados entrarían al reino de Dios por delante de los «justos». El mensaje de la gracia, del amor y del perdón de Dios disponible para todos sí que era una buena noticia para ellas. Porque, claro, Jesús también habló más del amor y la gracia del Padre que cualquiera.
Tristemente, sobre eso último no insistimos tanto.