…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. (Filipenses 2:6-7 RVR1960)
Servir. Una idea que puede resultarnos disonante en un mundo donde el éxito tiene más que ver con gobernar, liderar, gerenciar, empoderarse. Tal vez por eso no existen seminarios de Servidumbre 3.0. Y fue esa la característica que eligió Jesús como su marca registrada: «el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir».
Siendo Dios, hacerse hombre. Siendo hombre, hacerse siervo. Siendo siervo, ir hasta una muerte deshonrosa y vil. Cualquiera diría que el camino de Jesús fue siempre hacia abajo; sin embargo, a los ojos de Dios, esa fue la senda hacia la gloria. El pasaje de Filipenses concluye con el resultado de ese camino de humillación de Cristo siendo exaltado por el Padre y recibiendo un nombre sobre todo nombre.
Lo interesante es que el Evangelio no plantea este recorrido como una historia solamente para admirar, sino como un ejemplo para imitar. El mismo Jesús explicó que en la lógica del Reino, en su proyecto para la humanidad, «el mayor de vosotros será vuestro servidor». Que al mirar hacia el establo de Belén seamos también inspirados a hacer de nuestras vidas un camino de servicio al prójimo, a nuestro semejante y también al diferente.