Busquen la paz con todos y lleven una vida santa, pues sin santidad nadie verá al Señor. Asegúrense de que a nadie le falte el amor de Dios.

Dudo que haya una palabra peor entendida (y peor usada) en la jerga bíblica que «santidad». Normalmente se utiliza para desaprobar todas esas conductas de los demás con las que no estamos de acuerdo. ¿Bailar? No, porque sed santos como yo soy santo. ¿Maquillarse? Por supuesto que no, porque sin santidad nadie verá al Señor. ¿Jugar videojuegos? Absolutamente no, porque tenemos un Dios santo y celoso.

Creo que el énfasis que hemos hecho al comprender la santidad como una «separación de» es la razón por la que usamos esta palabra para prohibir conductas. Separarse de la música del mundo, separarse de las actividades decembrinas, separarse de los amigos que no creen en Dios…

Pero ser santo tiene una connotación más importante, la de ser «separado para». Algo santo, apartado, separado, lo es con un objetivo, para un uso especial, como los implementos del santuario o los descendientes de Leví. No es algo intocable, celestial, prístino y limpio. Ser santos no es mantenernos con una distancia del mundo, sino vivir en medio del mundo cumpliendo con un objetivo: que los demás puedan ver a Dios.

Me parece que a eso se refiere el autor de Hebreos al decir que sin santidad nadie puede ver a Dios. ¿Cómo lo van a ver si no cumplimos con nuestro llamado? ¿Cómo van a conocer el amor de Dios, si nosotros no lo mostramos? ¿De qué manera van a ver a Cristo si nosotros, su cuerpo, no lo hacemos real y vivo en todos los contextos en los que estamos?

Gente, vivamos en el propósito que Dios tenía en mente al llamarnos a ser su pueblo, para que la gente pueda verlo a Él, para que a nadie le falte su amor y su gracia.

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