El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres…»

Me da tristeza ver que para tantos el cristianismo consiste en no parecerse a otros, no creer en lo que creen otros, no vivir como viven otros… cuando el evangelio es un llamado a andar con Jesús, a parecernos a Él.

Cuánto nos parecemos a este fariseo de la historia que contó el Maestro. Orando para nosotros mismos, tan satisfechos porque logramos entender lo que otros no entendieron, porque no somos como los otros. Como los gays, como los católicos, como los mundanos, como los liberales. Y hasta la tolerancia se nos ha convertido en un fariseísmo. Porque, claro, yo sí soy tolerante, no como esos otros…

A veces me da la impresión que hasta quisiéramos prohibirle cosas al Señor, Biblia en mano, por supuesto: ¿Cómo se te ocurre salvar a fulano si ese reza el rosario? ¿Y a aquel otro que publica memes de la Biblia? ¿Y a aquella que no tiene los sacramentos de la iglesia?

No, amigos. La gracia ilimitada de Dios no siempre se puede acomodar en nuestras diminutas cabecitas.

Dejar una respuesta