Me casé en un templo católico. Es una historia larga, pero básicamente fue una decisión que tomamos en medio de un proceso de discernimiento respecto a nuestra vida de iglesia y teníamos muchas preguntas como pareja. ¿A cuál iglesia asistir? Es más, ¿será que encontraríamos una iglesia adecuada o no?
Finalmente éramos dos cristianos muy convencidos de sus creencias y que valoraban mucho su historia de fe, cada uno desde su contexto eclesiástico. Por ahí tenemos un Live donde hablamos un poco más sobre esa experiencia, por si no lo han visto lo encuentran en la pestaña de IGTV.
Y bueno, para un cristiano evangélico acostumbrado a la iconoclastia más rancia, no fue nada fácil escoger un templo para realizar la ceremonia. Lo último que quería era sentir que estaba haciendo la promesa más importante de mi vida frente a un Cristo todo «gore» y agonizante, mucho menos frente a una virgen pisando cabezas de serpiente 😁
Cuando entramos a esta iglesia, supe de inmediato que era la indicada. El Jesús resucitado en medio de sus discípulos es una imagen preciosa, además del estilo de la pintura que me pareció genial. Personalmente, prefiero más evocar al Cristo victorioso, levantado de la tumba, que al crucificado con llagas por todos lados (cuestión de gustos, no hay nada doctrinal detrás de esa preferencia).
Y en los momentos duros que vienen dentro de la vida normal de un matrimonio, siempre vuelvo mentalmente a esa imagen del altar frente al que nos unimos en un pacto sagrado. Jesús levantado de los muertos, anunciando una nueva esperanza, compartiendo con los suyos su deseo de paz: «Paz a vosotros». Es una linda imagen, créanme.