Ser capaz de apreciar la obra de Dios en el otro, aunque no se parezca en nada a lo que hizo en mí. Eso es ver el mundo a través del lente de la gracia
¿Se han detenido a pensar en lo impactante de la expresión que usa Pedro para referirse a «la multiforme gracia de Dios»? A mí me hace pensar en nuestras doctrinas tan cuadradas, nuestra teología sistemática donde todo encaja, todo se explica perfectamente, donde no queda ningún cabo suelto.
Casi se nos olvida que Dios no habita en nuestros formatos humanos, que su gracia desborda nuestras limitaciones, que sus caminos no necesitan nuestra autorización. Casi se nos olvida que el viento sopla de donde quiere. Proclamamos la gracia y nos enorgullecemos de ello, la anteponemos a la vieja y obsoleta Ley, cantamos «Sublime Gracia» y se nos arruga el corazón… pero nos falta mucho por aprender sobre lo que realmente significa la gracia multiforme de Dios.
Y el Dios de toda gracia sigue obrando allí donde le parece, su luz sigue brillando donde nosotros no quisiéramos mirar, su amor también se manifiesta en el otro, en el diferente, en el que nosotros no estaríamos de acuerdo en salvar. Es decir, en aquel a quien Jesús vino a salvar a toda costa.