«Canten al Señor un cántico nuevo». Esta expresión aparece repetida con insistencia en el libro de los Salmos (encontré al menos 6 citas: 33:3; 40:3; 96:1; 98:1; 144:9; 149:1) y en otros pasajes de la Escritura, incluyendo un par de escenas de adoración celestial en el Apocalipsis (ahora que lo pienso, la tremenda carga política de estos textos en su contexto original merecerían todo un desarrollo aparte).
Los que crecimos en el mundo cristiano evangélico seguramente hemos escuchado esta frase en canciones y en arengas de alabanza. En este escrito los quiero invitar a que meditemos un poco en su significado y en las implicaciones que podemos encontrar en esta invitación para enriquecer nuestra experiencia comunitaria de alabanza.
El cántico nuevo como elemento de marketing
En las producciones musicales en vivo que se pusieron tan de moda en el mundo hispano por allá en la década de los 90s, empezó a popularizarse la práctica de que la orquesta repitiera por unos minutos una progresión de acordes sencilla, mientras el público iba cantando frases espontáneas. A veces sonaba bonito. Desde luego, en la congregación donde yo me crié, conservadora como pocas, esta práctica fue reprobada duramente porque «Dios no es Dios de confusión«.
El boom de la industria musical cristiana hablada en español también implicó la aparición de música en prácticamente todos los estilos habidos y por haber en las Américas: salsa, merengue, bachata, reggae, hip-hop, rap, vallenato, cumbia, norteña, rock latino, electrónica, reguetón… El lema de «canten un cántico nuevo» se usaba frente a los críticos de estos ritmos poco sagrados, aunque esta es una controversia que seguirá entre nosotros por un buen tiempo. Naturalmente, en la congregación donde yo me crié estos estilos mundanos fueron rechazados fuertemente porque «no os conforméis a este siglo«.
El asunto con la industria musical es que su interés es vender, por loable que sea su visión como ministerio, finalmente nadie graba un disco esperando que sea un fracaso comercial. Esto lleva a que las fórmulas de éxito en términos de marketing ahoguen muy pronto la creatividad, al punto que escuchar los 20 éxitos más destacados de música cristiana es como escuchar una misma canción repetida 20 veces. Hagan el ejercicio en Spotify, si creen que exagero.
¿Y si empezamos a cantar algo nuevo?
Lo primero que me trae al corazón meditar en la invitación de los antiguos salmistas a «cantar un cántico nuevo» es cuánto nos convendría buscar una manera auténtica de reflejar nuestras vivencias en la música que usamos para alabar a Dios. Finalmente, ese es el corazón de la música, encontrar resonancia de la inspiración del compositor en nuestras propias vivencias personales.
Tal vez uno de los regalos más grandes de Dios es la creatividad. Es una de las muchas cosas en las que fuimos hechos «a su imagen» (Génesis 1:27). Al menos a mí me impresiona mucho la historia de Dios llevando al hombre a ver los animales e indicándole que les pusiera nombres. ¿Por qué Dios no le llevó una lista de nombres a Adán para que los aprendiera? A partir de esta historia tan sencilla, vemos a un Dios interesado en que ejercitemos nuestra creatividad, esa cualidad divina que hay en nosotros.
En ese sentido yo propondría que, si bien es importante atesorar música preciosa de generaciones pasadas que nos han servido de bendición, también deberíamos buscar nosotros mismos la manera de crear canciones nuevas que reflejen las vivencias de este siglo, sus problemas, sus conflictos y la solución que presenta el evangelio a nuestro día a día. Frases que nos hagan sentido por lo cotidianas, más que por lo bonitas o bien elaboradas. Música que nos hable al corazón, más allá de la producción musical de una casa disquera, porque es lo que hemos vivido en nuestro andar con Dios.
«Pero, ¿entonces tenemos que aprender a componer música?», preguntará alguien. No necesariamente, una de las prácticas interesantes de Martín Lutero, según las historias que se cuentan, era tomar tonadas populares que se cantaban en las tabernas de Alemania y escribirles letras con mensaje bíblico. Un remix poco conservador, podría decirse, pero una manera muy creativa de facilitar el aprendizaje de música nueva para la congregación. Tomar como base una melodía conocida y escribir nueva letra que encaje, puede ser un experimento interesante.
Una canción nueva es una canción nuestra
Otra idea que vale la pena explorar es involucrar a la comunidad en la creación de música para la alabanza. Crear una letra de manera colaborativa puede ayudar con este objetivo: pongan un cartel donde todos puedan escribir (o un documento compartido, ahora que las congregaciones funcionan de manera virtual), propongan un tema particular (agradecimiento, confianza en Dios, el amor de Cristo) y organicen las frases resultantes en un escrito coherente. Luego busquen la manera de cantarlo y… ¡ya tienen un cántico nuevo!
Creo que una de las cosas que podemos apreciar en los salmos es que había un fuerte sentido de identidad como pueblo en sus letras. Se mencionan personajes de su historia (Abraham, Moisés, David), lugares de su geografía (el monte de Sion, el monte de Hermón, el río Jordán, los montes, los bosques, el desierto), eventos de su vida como nación (la salida de Egipto, el peregrinaje por el desierto, la cautividad en Babilonia). No eran hechos aislados o metáforas espirituales, eran personajes, lugares y experiencias que todos reconocían como propios.
Eso sin contar con que la variedad de situaciones en las que se enmarcan las canciones de los salmos eran vivencias cotidianas: el hogar, los hijos, la ganadería, la agricultura, el vino, las fiestas, la enfermedad, la vejez, la decepción, el sufrimiento. No se hablaba solamente de experiencias místicas con Dios, sino que también estaba allí presente la vida terrenal, las experiencias humanas, y cómo encontrar a Dios en ellas. Por supuesto que hay salmos enfocados completamente en la persona de Dios y en alabarle, pero también existe una impronta de humanidad en la pluma de los autores que no se puede ignorar.
Y esta es una reflexión que vale la pena tener: ¿hasta dónde la comunidad puede apropiarse de esas frases altisonantes, majestuosas y elaboradas de nuestras canciones? A veces hago el experimento de preguntarle a alguien qué cree que significa la letra de una canción, y descubro con sorpresa que muchos de nuestros cantos favoritos ni siquiera los entendemos.
No nos dé miedo «cantar un cántico nuevo» auténtico, que esté marcado por experiencias reales, no por historias de terceros. No importa que no tenga muchas metáforas literariamente perfectas. A veces es preferible decirle a Dios: «Señor, confío en ti hasta cuando me deja el bus» o «Cristo, sé que estás conmigo aunque se me caiga la señal», en lugar de: «Tu inefable misericordia es como el piélago insondable».
Una reflexión final
Valga la oportunidad para aclarar que también en lo viejo podemos encontrar novedad. Como dijo Jesús, de un tesoro se pueden sacar cosas viejas y cosas nuevas (Mateo 13:52). Esto me hace pensar que visitar las canciones a las que estamos acostumbrados con una nueva visión también puede estar implícito en la invitación a «cantar un cántico nuevo». No se trata solamente de repetir automáticamente la letra que siempre cantamos, sino preguntar al entonarla: «¿Qué nuevo puedo encontrar hoy para decirle al Señor con esta canción?». Hagamos el esfuerzo, Él se lo merece.