Emociones en la alabanza

El Salmo 84 ha sido desde siempre uno de mis favoritos. Es uno de los 11 salmos atribuidos a los hijos de Coré (ya hablaremos de ellos en otra ocasión) y se refiere a la expectativa y la alegría que produce el acercarse a la presencia de Dios. Reflexionemos un poco sobre la manera en la que Dios espera que todo nuestro ser se involucre en alabarle, pensando en una de las primeras frases de este salmo: «Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo».

El corazón alaba

Estar cerca a Dios es un placer para el alma redimida, es la idea general de este salmo, que nos ubica en «los atrios» de la morada de Dios. En efecto, alabarle, venir a Él para reconocer su grandeza, expresarle nuestra admiración y proclamar sus atributos, es un privilegio que los creyentes podemos gozar por medio de Jesucristo (ver Hebreos 13:15). Y a lo largo de todos los tiempos, la música ha resultado ser una poderosa herramienta que facilita esta expresión de nuestro ser para el Señor. Cantar es un excelente vehículo para alabar a Dios, lo era para los salmistas hijos de Coré y lo sigue siendo para nosotros.

Ahora bien, diferentes voces en el cristianismo se han alzado para advertirnos sobre el involucrar las emociones y sentimientos en este ejercicio de alabanza a través de la música y en el culto en general. Aunque estoy de acuerdo en que debemos cuidarnos de los excesos y que la verdadera alabanza no debería depender de las emociones, me parece que en ciertos casos este temor a caer en el emocionalismo ha contribuido a reprimir una expresión válida del ser que vive emociones legítimas ante la sobrecogedora presencia de Dios.

Y es que el corazón se refiere justamente al asiento de las emociones, de los sentimientos y anhelos más profundos. ¿No es con emoción profunda que todo el pueblo celebra la reconstrucción del Templo después de regresar de Babilonia? (Esdras 3:10-13). Gran júbilo, llanto, gritos de alegría, son todas manifestaciones externas de profundas y auténticas emociones. ¿Cuál fue la reacción de las iglesias en Judea cuando escucharon que Saulo, su gran perseguidor, ahora era un discípulo de Cristo? El gran asombro que sentían se canalizó hacia una expresión de alabanza: «Y glorificaban a Dios en mí.» (Gálatas 1:24).

Un pensamiento más precioso aún es que ese anhelo, esa emoción profunda de expectativa por encontrarnos, no es solamente de nosotros hacia el Señor, sino también de Él hacia nosotros. Así se lo expresó Jesús a sus discípulos: «¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua…!» (Lucas 22:15). Cada día Él nos espera a su mesa y anhela que nos encontremos.

La carne alaba

Es común en el Nuevo Testamento referirse a «la carne» como a la naturaleza pecaminosa y caída que se opone a la obra del Espíritu Santo. Dentro del contexto de este salmo, «mi carne» no tiene esa connotación negativa, sino que habla simplemente del componente físico de la persona, en contraposición al corazón. En otras palabras, los salmistas expresaban que ambas, la parte inmaterial y la parte material de su ser, se involucraban en el canto a Dios.

En realidad es bastante común encontrar en la Biblia expresiones físicas de alabanza, tales como hacer palmas, alzar las manos, postrarse de rodillas, danzar, etc. Naturalmente, la música genera este tipo de reacciones, que pueden ser usadas como señal física de una realidad espiritual, como lo indica Pablo en 1 Timoteo 2:8. Las «manos santas» levantadas son una expresión física de una actitud «sin ira, ni contienda«.

En este punto es importante señalar que tal coherencia entre lo externo y lo interno es lo que le da valor real a la alabanza. De nada sirve abundar en actos físicos que no vayan respaldados por una realidad interna. Igualmente, de nada sirve abstenerse de expresiones físicas para aparentar una espiritualidad que no es real en el fuero íntimo. En todos los casos, Dios valora primero lo que está en el interior.

Cantar al Dios vivo

Finalmente, corazón y carne, lo interno y lo externo, deben elevarse a Dios con la convicción de que Él está vivo. Esto significa que el fundamento principal de la alabanza es una relación real con una Persona real. El Dios al que le cantamos es mucho más que una idea abstracta o que un planteamiento teológico: ¡Él es el Dios vivo! Alabémosle con el corazón y con la carne, adorémosle en espíritu y en verdad.

Aquí puedes escuchar una versión de este salmo grabada en las tertulias del Cancionero Cristiano.

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